Adiós, TEATRaNDREU.
Púdrete en tu soledad.
No quiero echar de menos tu indefensión: han vuelto a dejarte solo. No ha habido un mal mortal que te saliera al paso, a echarte una mano. No ha habido quien se partiera la cara por tu triste porvenir. Siempre ahí, en tu esquina, reponiéndote de todo, siempre curándote de algo y, en el momento de saltar a la lona… solo con su soledad. Querías una familia y hace ya muchos años que sólo tienes una ausencia.
Pero echaré de menos muchas de tus cosas que, al fin y al cabo, son mías. Son de muchos de nosotros que, aunque sigamos juntos, nos miraremos a la cara y sentiremos un poco de vergüenza: la vergüenza del padre que huye cuando el hijo pide socorro.
Echaré de menos verte muchas noches para darte la mano un rato y enseñarte a caminar (tantos años y aun sin saber tú solo).
Echaré de menos la ilusión de que te sientas grande… y seas tan pequeño y tan frágil.
Echaré de menos el hueco en el espacio de cada uno de los que no ya no estaban y estuvieron, de los que ya no estaban y han estado, de los que ya no estaban y no querían estar, de los que ya no estaban porque no supieron estar, de los que ahora estábamos y no hemos estado más… e incluso de los que están porque han de estar, porque quieren estar, porque DEBEN ESTAR… porque se creen que SON tú.
Echaré mucho de menos un sentimiento que, como todos los sentimientos, cuesta de explicar y de medir y de contar. Un sentimiento que si te asomas a la boca, lo ves trepar como un pájaro entre las ramas del corazón (y no me gusta ser cursi).
Tengo acostumbrada la boca a tu nombre y me cuesta borrarlo. Como el hijo que tienes y pierdes bruscamente, queda tu nombre para bautizar momentos en los que debería haber otro nombre.
Adiós, TEATRaNDREU.
Gracias por lo que hemos reído juntos.
Yo quería quererte más, mucho más, pero el amor es así: casi siempre imposible.
Peinaré mi nuevo amor con tu recuerdo, lo vestiré a tu manera, lo llamaré a veces como tú (y le pediré perdón), jugaré a nuestros viejos juegos y cometeremos los mismos viejos pecados. Pero perdóname si siempre, siempre, acabo traicionándote. Y es que mi nuevo amor ha de darme cosas nuevas, ha de llevarme por nuevos caminos, ha de perderme por lugares desconocidos y tiene que hacerme pecar de miles de nuevas formas.
Adiós, TEATRaNDREU.
Por si nos volvemos a encontrar: te amo.
Pero púdrete en tu soledad.
Sant Andreu de la Barca, 9/9/09
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